Додому Різне El viaje del multimillonario: Bryan Johnson transmite en vivo un experimento psicodélico

El viaje del multimillonario: Bryan Johnson transmite en vivo un experimento psicodélico

Bryan Johnson, un empresario tecnológico que hizo su fortuna vendiendo la plataforma de pagos Braintree a PayPal, está buscando una extensión radical de su vida con el fervor de un fanático de Silicon Valley. ¿Su último experimento? Un viaje público de hongos psilocibina transmitido en vivo, consumido bajo la atenta mirada de un millón de espectadores y un coro de admiradores multimillonarios. Este espectáculo no se trata sólo de una obsesión personal; es una actuación cuidadosamente seleccionada que desdibuja las líneas entre la investigación científica, la autopromoción y la audaz ambición de la élite tecnológica de reescribir las reglas de la mortalidad.

La búsqueda de la inmortalidad, transmitido en vivo

Johnson no se avergüenza de su objetivo: lograr la “velocidad de escape de la longevidad”, el punto en el que se detiene o revierte el envejecimiento biológico. Sus métodos son extremos, incluidas transfusiones de plasma de su hijo, un régimen diario de más de 100 pastillas e incluso inyecciones de Botox en sus genitales. Todo esto está meticulosamente documentado en las redes sociales, no como una actividad privada, sino como una demostración pública diseñada para inspirar (y monetizar) a sus seguidores a través de sus empresas Kernel (neurotecnología) y Blueprint (suplementos).

El viaje de los hongos se presentó como un evento de alto riesgo, con gráficos cursis y potencial para patrocinio corporativo. La ironía no pasa desapercibida para los observadores: un ritual sagrado de contracultura, alguna vez sinónimo de rebelión, ha sido reenvasado como un juego de poder de Silicon Valley.

El espectáculo de la riqueza y la influencia

La transmisión en vivo atrajo a una multitud de multimillonarios tecnológicos ansiosos por opinar. Marc Benioff, director ejecutivo de Salesforce, trazó paralelismos con la bíblica Escalera de Jacob y enmarcó la búsqueda de Johnson como una empresa divina. Naval Ravikant, fundador de AngelList, descartó abiertamente los obstáculos regulatorios y las preocupaciones bioéticas y calificó a Johnson como una “FDA unipersonal” que está “abriendo el camino” para la innovación. Su entusiasmo subraya un sentimiento más amplio dentro del mundo tecnológico: que la ciencia tradicional es demasiado lenta y que la autoexperimentación radical es el único camino hacia el progreso.

El propio Johnson permaneció prácticamente ajeno durante la transmisión de cinco horas, envuelto en una manta pesada y con una máscara para los ojos mientras se monitoreaban sus datos biométricos. Lo absurdo de la situación fue captado por la periodista Ashlee Vance, quien señaló que Johnson se concentraba en lo que quería decir, no en el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor.

Un eco moderno de la historia psicodélica

El experimento de Johnson no es del todo nuevo. En la década de 1960, el psicólogo de Harvard, Timothy Leary, defendió los psicodélicos como herramientas para la expansión mental, alineándose con un movimiento cultural que abrazaba la migración espacial, la mejora de la inteligencia y la extensión de la vida. Leary colaboró ​​con artistas como Allen Ginsberg y Ken Kesey, cuyas hazañas impulsadas por el LSD quedaron inmortalizadas en “The Electric Kool-Aid Acid Test” de Tom Wolfe.

La diferencia clave es el contexto. Mientras que los psicodélicos de Leary estaban ligados a la exploración artística, los de Johnson se enmarcan como una empresa corporativa, respaldada por riqueza e impulsada por la búsqueda incesante del dominio tecnológico. La versión moderna de Johnson de los psicodélicos tiene menos que ver con la trascendencia y más con la optimización.

¿El futuro del biohacking?

El viaje público de Johnson con hongos es una medida calculada. Si bien los investigadores académicos ya están explorando los psicodélicos en busca de beneficios terapéuticos, Johnson pretende legitimar y popularizar la práctica en sus propios términos. Este enfoque, ejemplificado por el llamado de Ravikant a que “mil Bryans” superen los límites, representa una tendencia creciente: la élite tecnológica pasa por alto las instituciones tradicionales para acelerar el progreso científico a través de la autoexperimentación.

El experimento concluye cuando Johnson sale de su capullo, se registra su actividad cerebral y se recolecta su saliva para su análisis. Esta escena resume el núcleo de la revolución de la longevidad de Johnson: un espectáculo estéril en tonos beige observado por los más ricos del mundo, mientras la promesa de la inmortalidad sigue siendo esquiva pero tentadoramente alcanzable.

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